Mario Álvarez se despertó a la una de la mañana creyendo que ya eran las tres. Cuando llamó a su hijo para avisarle que ya lo pasaba a buscar por su casa, se dio con que todavía era demasiado temprano para ir al aeropuerto. De todos modos, ni él, ni su hijo Mario ni su nieto Alejandro pudieron pegar un ojo en toda la noche, así que decidieron ir temprano de todos modos. Si algo dejó de enseñanza el accidentado paso del “Decano” por Ecuador es que nunca se es demasiado precavido. “Venir a esta hora es una forma de devolverles el esfuerzo que ellos hicieron y que para nosotros los hinchas tiene un valor increíble”, explicó Mario hijo.
Pasadas las cuatro ya podía visualizarse una que otra camiseta de Atlético en el hall del aeropuerto, pese a que el aterrizaje del avión que traía de regreso al plantel estaba previsto para después de las cinco. Julio Giménez, de Villa Luján, fue otro de los que llegó bien temprano, acompañado por sus hijos y el de un vecino. “No hubo necesidad de despertarlos, porque directamente no durmieron”, describe la ansiedad de los chicos Julio, quien ya que no pudo ir a Quito, por lo menos quiso darse el gusto de estar cerca de los héroes. “Planifiqué el viaje, pero surgieron mil inconvenientes y no pudo ser. Entonces no me importó dormir unas cuantas horas menos para venir a esperar a los jugadores y verlos aunque sea dos minutos. Es un sacrificio mínimo para lo que ya nos dieron ellos”, aseguró.
Fue exactamente a las 5.29 cuando la aeronave tocó suelo tucumano. Apostados en uno de los portones laterales, los hinchas aplaudieron el paso de los jugadores por la pista. “¡Gracias jugadores! ¡Vamos los ‘deca’!”, gritó desde atrás de la tela Daniel Sánchez, fanático acompañado por su esposa y su pequeño hijo. Alejandra Talavera comenzó a lagrimear desde antes de que se abriera la compuerta. “Estoy muy emocionada. Había juntado la plata para ir a Ecuador con el plantel, pero no me gustaba la idea de ir primero a Guayaquil, así que al final no fui. Y menos mal, porque sino me hubiese quedado varada como le pasó a muchos”, respira aliviada Alejandra, que podrá utilizar los ahorros para ir a Cartagena. Ahora entiende por qué, a veces, es mejor que las cosas no salgan como uno quiere.